¿Conoces tu límite mental? ¿y el físico?

Todas las personas tenemos ese momento y lugar donde nos encontramos a salvo, donde no somos vulnerables y no tememos a nada que pueda ocurrirnos. Los niños lo poseen en la cama de los «papis», quién no se ha sentido a salvo arrebuñado entre las sábanas y el olor de sus padres. Es muy duro cuando hay que salir y enfrentarse a la realidad del mundo/selva. Se habla de salir de la zona de confort, pero se trata de mucho más que eso, la vida real va de enfrentarse a situaciones límite y sentir que posees el control y para eso hay que salir de todo lo conocido.

Son tres las zonas: confort, control y abismo.

Confort
Ya lo sabes, la cama de tus papis. Sentir seguridad, cerrar los ojos, dejarse llevar por sueños.

Control
Ya no estás cómodo y confiado pero crees que tienes el control ya que el entorno te resulta conocido y pocas situaciones te pueden llevar al límite. Zona engañosa ya que te expones a tener que tomar decisiones sin estar preparado emocionalmente, y es la peor sensación que puedes tener. Pocas personas extienden sus antenas para ser advertido de que algo puede ocurrir impredecible en esta zona.
Esta es la zona donde se cometen los mayores errores en la vida de una persona, personales y profesionales.

Abismo
Aquí nadie quiere encontrarse, excepto los «locos». Esas personas que exponen su vida para conseguir un reto que nos parece una estupidez a todos los que estamos tan cómodos en la zona de control.
Te aseguro que en varios momentos durante tu vida te vas a encontrar en una situación que te asoma al abismo y no vas a saber reaccionar, o lo harás con el pánico como tu única ayuda… el resultado será nefasto.

¿Por qué hablo del control mental y conocer sus límites en un blog de mi aventura en moto? Porque cada ruta es un viaje hacia la zona del abismo.

Ruta completa en relieve

La última la realicé el 21 de octubre y fue épica por todo lo que viví.
– Bordear el Sistema Central por sus carreteras más montañosas.
– 850 kilómetros en un solo día (salí a las 6:34 de la madrugada y llegué a las 22:48)
– Lluvia, noche, niebla ciega (no ver a tres metros), más lluvia, desprendimientos, miles de curvas, carreteras secundarias y terciarias, torrenteras de barro cruzando el asfalto, pinocha y castañas cubriendo las carreteras, vehículos (algún camión) ocupando la trazada en plena curva.

La ruta estaba diseñada al milímetro por las carreteras que quería circular, la meteorología fue la gran aliada para hacer muy especial tantas horas de pilotaje en condiciones extremas. Para añadir más picante, el navegador se tomó la libertad añadir picante. Comenzaba de despuntar el alba y era el momento de sacudir (más) la concentración. Mijares, callejuelas estrechas por las que apenas entraba la moto, recuerdo que mi moto pesa 350 kilos, esquinas imposibles, rampas y desniveles, correderas de agua por el centro para que las ruedas se «colaran» y fuese más divertido. Toda una atracción de adrenalina. (vídeo)

«Deliciosos» minutos

Salir de Mijares y descubrir esta zona tan maravillosa fue el primer regalazo del día:

Mijares despertando
Desperezar de la sierra abulense
La luz empujando las nubes

Continuar meciendo la moto por la sinuosidad de las caderas de cada montaña y disfrutar cada pliegue de la sierra abulense. Kilómetros que pasan como centímetros disfrutando de todos los sentidos. Desapegado del tiempo y la distancia paro en una casa abandonada que me sirve de refugio para reponer fuerzas (que no había sentido perder pero que el instinto me recuerda) y un nuevo azote de los sentidos. Uno de los «abismos» más apasionantes.

¿No merece la pena disfrutar bajo la lluvia?

Comido e hidratado prosigo la ruta, lluviosa y sorprendente.

Aproximadamente una hora después de esta parada, paisajes tupidos por la niebla y un transcurrir de pueblos inhóspitos y a la vez con un encanto a ser descubiertos, coroné el Alto del Piornal. Majestuosa subida que en el alto se torna esteparia y fría. Solo parar para la foto. Ya comienzo a sentir que los pantalones con tres forros no contienen bien el agua. NO FEAR!

Oler los pueblos de la vera extremeña, #MadrigaldelaVera, #ValverdedelaVera, #LosardelaVera, #JarandilladelaVera, #AldeanuevadelaVera, sin olvidar un pequeño pueblo perdido #GuijodeSantaBárbara casi inaccesible por carreteras retorcidas.
Subir por #GargantadelaOlla hacia el Alto de Piornal es una experiencia única, con las nubes acompañando cada curva y la vista hacia la vega verde. Cascadas de agua en cada rincón e incluso alguna que quiere saludar desde el propio asfalto.

A estas alturas la cámara de vídeo ya había dicho «basta de agua» y dejó de funcionar. Una lástima porque quedaron por grabar muchas horas de historia y «abismos».

Una parada para repostar y la charla de rigor con el gasolinero, un chaval jovencito, que ya barruntaba el cierre de la «frontera» de su comunidad. Una galletita y un trago de agua… y continuar el camino. A seguir sumado kilómetros a los 300 recorridos.

Llega un momento en el que no quieres parar más, solo continuar con una ruta desconocida, hacer kilómetros y disfrutar de estos paisajes tan maravillosos. Los olores y colores de otoño húmedos y frescos, pastel ocre.
Iniciar el recorrido por la parte más perdida de Las Hurdes que recomponen sus vidas a golpe de esfuerzo ganadero y agricultura de laderas.

A partir del Pantano de Gabriel y Galán, se dan continuidad carreteras bacheadas que hace tiempo no han olido el alquitrán con otras que exprimen tus habilidades entre curvas imposibles y pasos de agua y barro.
#CasardePalomero y su molino de agua con siglos de molienda al que tan solo puedo admirar breves segundos.
#RiveraOveja y #LaPesga dan inicio a lo que considero el tramo de la ruta más salvaje, hermoso y recóndito. Carreteras sin aspiraciones pero presumidas del camino que abren y las emociones que alimentan.

A la vera del río Hurdana se van enlazando las curvas, viendo pasar pueblecitos que muestran las heridas y pobreza de un pasado no muy lejano, ahora casi olvidados: #Rubiaco, #Numoral, #Cerezal, #Casares, #Asegur, #CasaresdelasUrdeds, #Carabusino, #RiomalodeArriba, #Ladrillar, #Cabezo y #LasMestas. A partir de aquí se toma la carretera (con mucho optimismo) de Las Batuecas. ¡Qué barbaridad de montañas! Castaños, robles, pinos mezclados con el sonido profundo y tortuoso del río Batuecas, olor dulce de jara y a resina pringosa. Atravesar el pueblo de #LasBatuecas es un descubrimiento de cómo los pueblos se pueden transformar siendo fieles a su cultura, tradición e historia. 9 curvas de 180º dan paso a la bajada hacia La Alberca. Pocos kilómetros demuestran que la fama hace estragos y el equilibrio da poder.

Un par de kilómetros después de La Alberca acababa de ocurrir un tremendo accidente entre dos coches. El motor de uno de ellos estaba en mitad de la carretera y la Guardia Civil me ayudó a sortearlo. En esos momentos jarreaba agua.

Subida hacia la Peña de Francia que me quedo con las ganas ya que en la subida atravesé varios desprendimientos provocados por las fuertes lluvias del día anterior (lo de hoy parece que son chubascos, pero llueve con fuerza). Se cruzan varias cabras montesas sin hacer el menor caso a mi paso. Llego al alto donde se encuentra el cruce de la última subida a la Peña de Francia pero me quedo en el Mirador de Lobos. Unos metros más abajo nacen los ríos Francia y Agadón.
Tres horas y cuarto después del repostaje me bajo de la moto y me anestesio con el viento, la llovizna y los horizontes delimitados por el manto de nubes.

Mirador de Lobos
Cruce de subida a la Peña de Francia
La amplitud y matices del ojo humano hacen que la foto desmerezca muchísimo a la realidad
La Majestuosidad de Las Batuecas
Por si no ha quedado claro

Después de un breve descanso comienzo la bajada hacia Ciudad Rodrigo, dejando atrás la tierra de conquistadores.
Apenas 500 metros de la bajada me encuentro con una roca de muchas toneladas que se había desprendido quedando en mitad de la carretera. Me paré a su lado para contemplar el ejemplar. No hice foto porque ello me obligaba a repetir el ritual:
1. Subir las mangas del chubasquero amarillo
2. Abrir las cremalleras de las mangas de la chaqueta de moto
3. Quitarme los guantes dedo por dedo para no dar la vuelta al forro (muy mojado y pegado a los dedos)
4. Abrir el portaobjetos del lateral derecho que lleva un enchufe USB al que llevo conectado el móvil toda la ruta para que ve vaya nutriendo de información (a través del navegador) y de música (con mi receptor en el casco)
Al terminar la foto, desandar los pasos anteriores. Lo sopesé unos segundos pero decliné mi propio oferta. Serían más de 5 minutos para una foto
Ahora tengo que reconocer que debí haberla hecho.

Continué viaje hacia Ciudad Rodrigo, que atravesé sin mayor gloria que algunos rayos de sol, muy fatigado de intentar hacerse paso entre la capa espesa de nubes, dejándose caer hacia el horizonte. Me encaminé por carreteras de buen asfalto que me animaron a darle alegría al motor. Me adentré sin darme cuenta en la Sierra de Béjar.

Retomando las carreteras de montaña heridas por el tiempo enfilé hacia el Puerto de la Covatilla, pero pasé de largo el desvío y prefería subir un puerto precioso, El Tremedal. En los curvones exprimidos de la subida me encontré con varias vacas que me miraron muy atentas y sin dejar de rumiar. La primera vez aseguro que pensé que me iban a envestir… pero los animales son más pacíficos que nosotros. Un paisano estaba repartiendo paja con su pick-up y nos saludamos como amigos de toda la vida. La subida tuvo un terreno árido y con muy escasa vegetación y al coronar todo se transformó. Los últimos rayos de un sol acuoso me despidieron. Volvieron los pinares y robledos. Atravesé varios pueblecitos, muy pequeños, que me devolvieron a mi niñez por el profundo olor a leña quemándose en el hogar. #Tremedal, #BarrioGargantilla, #LosLoros, #Serranías, #SantaLucíadelaSierra, #Lancharejo y #LaCarrera. Un puñado de habitantes en cada uno, de los que vi una pareja anciana dándose mutuo apoyo y algún visillo descorrerse al sonido de la moto.

Llegué a El Barco de Ávila y aproveché para repostar, comer, beber y charlar con animado gasolinero. Más de tres horas desde la parada en La Peña de Francia y definitivamente las piernas empapadas. Menos mal que con el asiento calefactado no lo sentía y las piernas, al calor que desprenden los seis cilindros, estaban insensibles.

630 kilómetros de ruta y me quedaban cerca de 400 más por carreteras de montaña, pasar el Puerto del Pico entre otros. Jarreaba agua sin parar. El navegador me mostraba que podría llegar sobre las 2 de la noche, pero serían las 3 por la nocturnidad y las carreteras.

No lo pensé mucho y le «dije» al navegador: «llévame a casa», eso sí, sin peajes. Y esta es la información que me mostró.

Camino de casa

No lo pensé. Arranqué, después de despedirme de mi amigo gasolinero, y tomé dirección a Ávila. Buena carretera a pesar de la incesante lluvia que tan solo cesó a unos 10 kilómetros de la capital abulense. Tomé la circunvalación y me encaminé por la N-I hacia San Rafael. Atravesar este gran pueblo fue un mal tramo… lleno de radares y semáforos. Los camiones se iban acumulando haciéndome un sándwich de Ramón a remojo.

Pasado San Rafael comenzó la subida al Puerto de los Leones. Me pude quitar algunos camiones antes de que una espesa niebla me dejase casi a ciegas. Gracias a los antinieblas de la moto podía seguir la blanca línea del arcén a duras penas, tanto así que al coronar (creo porque dejé de subir y comencé a bajar) casi me como una isleta.

Dejar la niebla atrás, rodar por la A-6 y poner la velocidad automática a 120 km/h fue un relax, y odio las autovías. Ya era todo doble carril por la M-50 en Las Rozas y la M-407 en Fuenlabrada hasta llegar a casa.

Aparqué la moto en el garaje, me bajé y sentí mucho orgullo. No por la ruta, que también, sino por la fortaleza mental y física que mantuve durante más de 16 horas. En ningún momento me planteé abandonar, a pesar de las condiciones que para la mayoría de los mortales serían una locura.

Esta ha sido mi penúltima locura y mi exposición al abismo. Te sume en un estado de relajación y tranquilidad por haber tomado todas las decisiones correctas, alguna en décimas de segundo, y saber que las condiciones son perfectas para continuar con la vida «normal» y cometiendo locuras de abismo que me permitan mantener la cordura y la certeza de que estamos de paso y necesitamos sentirnos vivos, muy muy vivos.

La película (un tercio)

Esta es la grabación del tercio de la ruta (o menos) que grabó la cámara. Vas a disfrutar cada minuto, pero te cotilleo, a partir del minuto 40 hay mucha diversión. Espero que te emocione como a mí.

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