Etapa de preparación X: cuando la naturaleza hace magia

Ya te adelanté en la entrada anterior por dónde iba a discurrir la ruta X de entrenamiento. Como siempre ocurre, el trabajo sobre mapa (BaseCamp Garmin) se convierte en otra realidad cuando se pone en real. Unos ingredientes que podrás saborear en el vídeo «resumen» de la ruta.

Comenzó a las 7:05 de la mañana con una niebla espesa que no abandonaría hasta casi 300 kilómetros más tarde. Pero no importó, las luces y la visión en «blanco y negro» durante todo este recorrido resaltaron más los colores tras una curva y descubrir el pantano del Atazar con sus brillos. Parada en el mirador para contemplar la belleza de la naturaleza y su magia desvelando rayos de sol entre nubes y pinos.

Kilómetros atrás quedaron Patones, inicio de una ruta por los pueblos negros o la sierra «pobre» de Madrid. Aparecen y desaparecen en un suspiro sin dar tiempo a admirar cada casa, cada rincón, cada callejuela empedrada. Oler la leña quemándose en cada hogar, es un respiro de libertad.

Bordeando el pantano durante 30 kilómetros e ir jugando con las nubes mientras paso por El Poblado del Atazar, Los Tomillares, El Berrueco, Peñáguila, rozar Robledillo de la Jara y entrar en otro mundo, otro paisaje con las mismas nubes acariciando las laderas de las montañas. Jara, pino, roble… olores intensos. Tan solo Puebla de la Sierra me separa de la primera parada para reponer fuerzas (aunque no noto ninguna fatiga) en el Puerto de la Puebla. Carretera recién y magníficamente asfaltada que da otro «tacto» en el pilotaje en la sinuosidad permanente.

Comienzo el descenso cruzando y disfrutando de Montejo de la Sierra, Horcajuelo de la Sierra, Horcajo de la Sierra-Aoslos, para cruzar la A-1 y envolverme en otros pueblos no tan conocidos pero con una belleza natural que embriaga, La Serna del Monte, Gascones, Redondo de Arriba, La Cañada, Villavieja del Lozoya, El Tercio de la Laguna, El Patuelo, San Mamés, Gargantilla del Lozoya y encarar hacia Canencia e iniciar la subida al puerto.

Me sorprendió la gran cantidad de personas que circulaban, andando y en vehículos por la carretera. Algo que me acompañó durante toda la ruta hasta El Escorial. Extraño que un día de diario se echaran al monte tantas personas, llegando a colapsar las zonas de aparcamiento. Ahhhhh la mayoría llevaban un cesto de mimbre… níscalos, setas y variantes de hongos que harían el deleite de sus recolectores.

No paré en el alto por la gran cantidad de personas y coches. La bajada de Canencia fue sencilla a excepción de un semáforo en mitad de una de sus escasas y cortas rectas. Estaban de obra en la calzada y un par de semáforos, en cada extremo, regulaban la circulación. Toqué de refilón Miraflores de la Sierra para comenzar la subida al puerto de la Morcuera. Ciclistas, arqueólogos y moteros hasta la cima.

A partir de este punto comenzaron las sorpresas ajenas a la naturaleza. Bajar Morcuera por la vertiente de Lozoya es un espectáculo y más con un cielo despejado y el sol de otoño regando de sombras y color cada rincón.
Estando cerca de llegar a Rascafría, al final de una recta, veo unos conos de aviso y un par de moteros de pie. Lo primero que pienso, «algo ha pasado». Voy llegando a la curva y uno de ellos me hace señales de que pare… de repente me encuentro con unos carteles de corte de carretera, en la salida de la curva.
1- Un lugar muy peligroso para cortar una carretera
2- Ni una señal de aviso del corte en los kilómetros anteriores
3- La alternativa, volver sobre mis rodadas (Morcuera y Canencia de nuevo) para tomar la M-629 (no se me olvida ya esta carretera) y bordear el pantano de Lozoya hasta Rascafría, mi destino para repostar. 44 kilómetros de retroceso.

405 kilómetros de ruta en 8 horas. (Llegué si reserva)

Te preguntarás por qué llevaba el motor en modo «RAIN». Primero por la niebla de los primeros casi 300 kilómetros que tenía muy mojado el asfalto y después por las zonas de sombría en todas las carreteras. Acelerar en una salida de curva con barrillo y húmedo… si aparte del propio cuidado, el motor entrega menos potencia, todo ayuda.

Hice un último estirón hasta Navacerrada donde paré para comer. Ya sentía el gusanillo dando mordisquitos en el estómago. Parada muy gratificante por la comida (bocadillo de pavo cocido, chorizo y jamón… con pimientos tojos asados), la bebida, agua y zumo de naranja, el postre un plátano y uvas rojas, y los últimos tragos del café con leche que me preparé bien calentito en un termo.

Vista de Segovia desde Navacerrada
No he hablado mucho en esta ruta 😉

Teniendo el sol a la altura de mis ojos (1.800 metros de altura en Navacerrada) comienzo el descenso. Un poco aburrido, como casi siempre, con la única «alegría» del tramo de la M-622 hasta Los Molinos. desde aquí, pueblos y ciudades que atravesar. Es el peaje que hay que «pagar» por el día y lo que quedaba por disfrutar. Vallefresnos-El Peñón y Guadarrama fueron la antesala (y la entrada a El Escorial) de atascos y semáforos para llegar a uno de los monumentos más escalofriantes y hermosos del mundo: Monasterio de San Lorenzo del Escorial. Su majestuosidad, el entorno, la historia recogida en sus piedras y catacumbas, te llega a transportar a otras épocas.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Al salir circulé por un tramo de carretera con un asfalto negro, pero negro, agujereado, sin líneas marcadas y con el sol justo sobre la cima. No se veía nada. Un coche que circulaba delante de mi se paró, porque no vería nada, y tuve que esquivarle. La subida a la Cruz Verde hasta el monumento a Ángel Nieto muy tranquilo y el sol oculto tras la montaña.

Vista de la grandiosidad del Monasterio desde la Cruz Verde

Una charla muy entretenida con un chaval que estaba haciendo fotos y me contó la historia de su abuelo, con 80 años y seguía montando en su Sanglas 550. ¡Cómo no voy a seguir divirtiéndome sobre la moto¡

La bajada todo un canto a la libertad sin costuras ni límites. Tienes que ver este tramo en el vídeo. ¿Cómo una moto de 350 kilos se puede desenvolver así en curvas rápidas y lentas? No lo sé, pero baila sobre el asfalto al ritmo de mi tacto en el gas.

11 horas y 20 minutos después de salir de casa, entraba en el garaje. El sentimiento, agradecimiento por tener salud y disfrutar de jornadas tan mágicas. Hay pocas experiencias en la vida que aporten energía, convencimiento y pasión por lo que haces como las que disfruto, sin una pizca de arrepentimiento, sobre mi moto.

Es el reconocimiento del poder que tenemos sobre nuestra mente y los límites que podemos superar en todos los aspectos de la vida.

Una ruta de un día empaquetada en bellas imágenes moteras
Ruta en relieve

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