Ruta XVIII preparación NORDKAPP6060: del apoteosis al caos

2 de junio de 2021, miércoles, 5:03 de la madrugada. En ese instante comenzaba la ruta de preparación más brutal, de estos dos años, para la aventura/reto #NORDKAPP6060. La idea de diseñar esta etapa me llegó cuando había subido casi todos los puertos en distintas rutas, ¿por qué no hacerlo en una sola?, y me puse a la tarea. Quería una ruta espectacular en su recorrido y dura física y mentalmente. Tardé algunas semanas en dar forma definitiva a la ruta y cuando vi que pasaba de 1.000 kilómetros me apasionó. ¡Todo un reto! para una personita de 60 años y artrosis bilateral de cadera.

Noche cerrada y transitando sin apenas vehículos por las carreteras anima, y mucho, a disfrutar de ese entorno mágico. Voy comiendo kilómetros por las carreteras del extrarradio de Madrid, cruzando pueblos que comienzan a despertar con mucha pereza. Los primeros perfiles en el horizonte comenzaron a iluminarse en Ambite, que como un carnaval de sombras chinas mostraban figuras caprichosas. Rodando por la zona de «las vegas», por la CM-2001, me sorprendió la niebla, parapetada en las cosechas aun verdes y húmedas. La proximidad, relativa, de Entrepeñas y Buendía favorecía esta propuesta singular. En el altiplano de Yebra, circulando hacia el Este, el horizonte se rompió con un color carmesí intenso al que saludaba la Luna menguante desde lo alto del casco. En Pastrana el paisaje era nítido y y la vida recobraba el frenesí perdido durante tantos meses. La recta interminable hacia Hueva mostraba a ambos lados, orgullosa, los cereales con las espigas plenas de rocío, brillantes, anhelando la inminente salida del Sol. Pasando Hueva, en las recurbas de bajada hacia Armuña de Tajuña, estuve a punto de recibir el primer rayo del astro rey, que mostraba su corona en un amanecer multicolor. Jugando con el Sol al corre que te pillo entre curvas y descensos, de repente, las nubes bajas rocieras me ocultaron en un jugueteo constante. Y estaba en esas cuando un ciervo cruzó la carretera y comenzó a saltar mientras atravesaba un verde trigal… él también iba en busca del sol. El juego tocaba a su fin, mientras me acercaba sigiloso a la monumental Horche, los rayos del sol comenzaban a iluminar sus torres y tejados en lo alto. ¡Me pilló!

Cruzar Guadalajara y poner rumbo al Puerto de la Puebla fue anodino hasta que inicié la subida al pantano de El Atazar. Como siempre en El Atazar, la neblina matutina se levanta desde el pantano. El cielo azul prometido por Roberto Brasero era una realidad y el disfrute de moto y naturaleza completo. Y mientras ocurría todo esto y ocurrirá todo lo demás, cuidando el neumático delantero. Al terminar la anterior ruta y paso fulgurante por el taller para comprobar los bloqueos del cambio PRO, la goma mostraba mayor desgaste en los laterales que en el centro de la rodadura… y tenía que aguantar más de 1.000 kilómetros. Hago spoiler… aguantaron a pesar de todo lo que rodaron y por donde rodaron.

Acercándome a El Berrueco una rapaz me hizo un guiño con su vuelo que me encantó (foto de portada). Camino de La Puebla de la Sierra, sorteando encinares, una paloma cruzó justo delante de la moto. La sorteó pero me rozó en el hombro izquierdo… y a los pocos minutos otra.

Es lo hermoso de estas rutas, las sorpresas que guarda la naturaleza en cada curva. Ver animalitos relaja mucho.

En mi opinión, el Puerto de la Puebla no comienza en La Puebla de la Sierra, arranca desde que se inicia la subida al pantano del Atazar. Son 60 kilómetros de curvas, subidas y bajadas, por parajes de ensueño y distintas texturas de asfalto. El serpenteo por las laderas montañosas es incesante y cautiva tanto, que alcanzas el sublime FLOW que tanto odia el Director General de Tráfico, Don Pera Aragonés.

8:56 de la mañana

Desde la Puebla se desciende sin parar a la A-6, atravesando los pueblecitos que hay que visitar sin prisa (alguna vez lo haré, lo prometo). Se pasa el puerto de Somosierra y se toma la N-110 (tan larga como excitante). Y entonces ataco cinco puertos enlazados que entrenan la mente, las piernas y los brazos, todo lo que se machaca en una ruta. La espalda solo duele si entras en autovía, de lo contrario se masajea constantemente. Navafría, Canencia, Morcuera, Cotos y Navacerrada. Ahí es nada. Todos se pasan con nota.

El descenso hacia La Granja de San Ildefonso es dejarse ir tras una cadena de vehículos. A la entrada de Segovia retomo la N-110, gran compañera a lo largo de la ruta, como un Guadiana que suelto, para hacer travesuras por los puertos, y vuelvo a coger.

La suelto en Santa María del Cubillo para ascender la Cruz de Hierro. Puerto «pelao» que da sus regustos moteros. Como en todos, en la cima, gran paisaje. Al otro lado del valle del río Voltoya se ve La lancha, el siguiente puerto, valle que se atraviesa por una interminable recta que ofrece una vista inmejorable a los nuevos molinos quijotianos que destrozan el perfil montañoso. En aras de una energía verde y barata… ni lo uno ni lo otro.

Navalperal de pinares, donde tengo una gran historia épica de infancia, hacia Ávila para ascender el puerto de Navalmoral, más de puertos «pelaos» pero con encanto, sin duda. Enfrente, el muro norte de Gredos, impresiona. Subir, bajar y atravesar Mijares (las dos primeras el puerto y la tercera el pueblo) es tan brillante como tortuoso, en este orden. Carretera por asfaltar para mayor seguridad y mejor disfrute. Bajar al valle del Tiétar y buscar con ansia la subida al flamante puerto del Pico. Un puerto no muy alto, pero con una cadencia de subida muy ajustada a sus curvas. Suerte que el tramo final, la N-502, es para sentirse Ocaña tomando el Tourmalet (ya, pero en moto), gran carretera.

El descenso lleva por una suerte de pinares y praderas verdes que iluminan el comienzo del atardecer. ¡Las seis de la tarde y aún por aquí! «Solo he recorrido 670 kilómetros»

La AV-941 no está nada mal. Muy parecida a la N-110. Disfruto sobre ella unas decenas de kilómetros, pasando por el Parador de Gredos, y tomo a la derecha el desvío hacia el Puerto de la Peña Negra, casi 2.000 metros. Una carretera muy irregular de asfalto pero muy de montaña. Se pasa por el pueblo de Herguijuela, que intenta retomar el pulso de la vida con alguna casa rural y un restaurante. Las vistas en la cima son para quedarse a hacer vivac.

18:50 y continúo. Descenso maravilloso con el sol acercándose al perfil montañoso. Retomo de nuevo mi querida N-110. En Santa María de los Caballeros lleno el depósito hasta el borde para encarar el resto de la ruta sin repostar más. Me encuentro con tres personas encantadoras con las que paso un buen rato de charla sobre las motos, las bicicletas, los puertos y temas varios. Tomo un desvía a la izquierda para adentrarme en la serranía oculta donde los pueblos son instantáneas en blanco y negro de los años 60. Son bastantes kilómetros por diversos tipos de asfalto, pero en común, la estrechez. Son 36 kilómetros que me llevan mucho tiempo, quizás demasiado, pero el disfrute compensa todo. 36 kilómetros hasta alcanzar la cima del Alto de Umbría. Un puerto anónimo en su cota alta, pero precioso. No paro para no perder más tiempo.

A estas alturas de ruta estaba pensando en este artículo. Me vinieron varias ideas y una de ellas era cómo calificarla. Me acordé de uno de los pocos aciertos de Javier Clemente, cuando describió a Raúl González Blanco: «no es sobresaliente en nada pero es notable en todo«. Pues así estaba siendo la ruta, aunque algún paraje sobresaliente sí tenía.

Pongo proa al puerto del Tremedal. Antes, un descenso increíble con las primeras sombras de Gredos ocultando un sol que se resiste a dejarme solo. Inicio la subida y el asfalto se va volviendo cada vez más inestable, parcheado y con gravilla. Parece mentira que este puerto es subido por ciclistas todos los fines de semana. Peor que las rampas son los agujeros que hay que sortear. Por fin alcanzo la cumbre y ahora sí me tengo que bajar y andorrear por las praderas. Es bestial.

En el descenso se repiten los tonos púrpura del amanecer rutero, pero con una intensidad que embrujan. Ya son 800 kilómetros recorridos y quedan unos 360 más y dos puertos por subir: Honduras y Piornal.

Desgraciadamente, la ruta termina con un accidente y comienza una tortuosa aventura de pesadilla con BMW. Gracias a Dios el motor funciona y aunque con graves desperfectos (retrovisor izquierdo arrancado) puedo continuar destino a mi casa, por la A-66 y luego la A-5. Más de 300 kilómetros de «moler» la cabeza y destrozarme el alma.

Pero el espíritu de la moto no ceja de dar golpecitos en el subconsciente para que reboten en el consciente y retome la ilusión y la pasión por la aventura.

Me encuentro en manos de BMW y su decisión si se hacen responsables de una negligencia que me podía haber costado la vida o me dan la espalda. Sería muy poco inteligente por su parte no reconocer el gravísimo error de protocolo en una avería (o en dos) y dejarme tirado con el buque insignia de la marca. No creo que haya personas que hayan realizado las rutas inhumanas (con esta moto) que he realizado y que podrían aprovechar para flirtear y enamorar a moteros todo terreno.

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